Bienvenidos a Fotoartis

Este blog nació en octubre de 2007 para aprobar una asignatura. Entonces Fotoartis era un espacio dedicado a la fotografía en general, y muy especialmente a la fotografía artística.
Pero ahora Fotoartis entra en una nueva etapa. Ahora será un blog personal, aunque mantendrá el nombre porque le he cogido cariño.

BIENVENIDOS TODOS. RAY COY.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Visiones de Marruecos: dos décadas a través de diez cámaras

Visiones de Marruecos es el título de una exposición que tuvo lugar hace cosa de un año en el Pabellón Hassan II de la Cartuja, sede de la Fundación Tres Culturas. Entonces escribí una crítica sobre la muestra para Periodismo cultural. Algunas de las fotografías allí expuestas me gustaron mucho y como quería hablaros de ellas y perdería mucho sin contextualizarlas, os ofrezco (modificado) el texto que entonces escribí.

Una exposición despreciada. Ésa era la impresión que se llevaba uno cuando visitaba Visiones de Marruecos y veía cómo había sido tratada por su principal organizadora, la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo. Para empezar, la muestra fotográfica estaba en el Pabellón Hassan II, sede de la Fundación. El edificio está en mitad de la Isla de la Cartuja, zona inadecuada por su penoso acceso: para llegar al Pabellón Hassan II lo más recomendable es entrar por el puente de la Barqueta y andar hasta encontrar la entrada de la verja que rodea toda la zona. Es fácil perderse. Y desesperarse. Está bien que la sede de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo esté en el antiguo Pabellón de Marruecos de la Expo-92 pero Visiones de Marruecos podría haber sido exhibida en otro lugar puesto que Tres Culturas no se limita a exponer en su sede, sino que incluso organiza exposiciones fuera de Sevilla, así que no le habría costado mucho encontrar un edificio mejor que el de la Cartuja. Si la exposición hubiera estado en una zona transitada (y no es, ni mucho menos, el caso de la calle Max Planck), cualquier viandante que se topase con Visiones de Marruecos sentiría curiosidad por verla. Pero esto no ocurre en mitad de la nada (o sea, de la Cartuja).
Suponiendo que no había otro edificio donde ubicar la exposición, sí habría otra sala que no fuese la sala de exposiciones de la planta baja del Pabellón Hassan II. El edificio es precioso, con unos ventanales increíbles que aportan mucha luz a la estancia, pero esto es incompatible con una exposición de fotografía. Las imágenes estaban enmarcadas y colgadas en paredes falsas, colocadas ex profeso para la muestra. Había fotografías por ambos lados de los muros, por lo que las instantáneas que daban mirando hacia los ventanales, eran fotografías que estaban pero no estaban porque la luz que entraba creaba sombras y reflejos en los cristales de los marcos y no se veían las imágenes. Las fotos que daban hacia el interior de la sala no tenían reflejos, pero tampoco tenían la suficiente luz para que fueran apreciadas correctamente.
Una exposición que había sido publicitada a bombo y platillo debería haber cuidado todas estas cuestiones. Bueno, supongamos que no había otro lugar para montar la exposición. Pero hay otro aspecto más que sí estaba bajo el absoluto control de la Fundación: el horario. Si la muestra tenía una hora de cierre, debía respetarse, o mejor dicho, el guardia de seguridad debía respetarla. Pongamos que nos disponemos a disfrutar de la exposición un sábado por la tarde. Después del cabreo que supone andar y andar y sentirte como un hámster en una jaula, llegas al pabellón a las siete de la tarde. La Cartuja parece la boca del lobo, por allí pasa un coche de vez en cuando y alguna que otra persona haciendo ejercicio. Pero eso no se puede llamar calle transitada. Total, que llegamos a la sede de Tres Culturas y está cerrada. Falta una hora, y el guardia de seguridad ya ha cerrado el chiringuito. Es que permanecer sentado en un mostrador es muy cansado, oigan. No se vayan a pensar ustedes que es algo baladí.
Así que volvemos a meternos en la piel del hámster enjaulado, más enfadados que antes, y desandamos el camino hecho. Tendremos que volver otro día, mal que nos pese.

Diez fotógrafos, diez miradas

La exposición fotográfica Visiones de Marruecos fue la criatura resultante de la colaboración de la Sociedad Estatal de Acción Cultural Exterior (SEACEX) y la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, y no tenía culpa de la mala organización de sus padres. La muestra estaba compuesta por el trabajo de diez fotógrafos, cinco españoles y cinco marroquíes, que ofrecían sus particulares miradas de los cambios acaecidos en el país alauí en los últimos veinte años. Casi todos los autores tenían alguna fotografía que quedaba grabada en la retina de los visitantes por su belleza, su composición o sus protagonistas. Muchas de las imágenes estaban tomadas en blanco y negro y eso las embellecía. Pero había algunas que habrían ganado más en color por la fuerza del colorido de las chilabas de los retratados. «Nayet» (Imgum, 2006) de Joseph Marando habría estado aún mejor en color, habría ganado vistosidad, como ocurría en las fotos de Bruno Barbey. Había otras imágenes que estaban en blanco y negro, y la elección era muy acertada. Así ocurría con dos de las mejores fotografías de toda la exposición, «Mi abuela Itto» (Anza, 1991) de Jospeh Marando y «Tetuán» (2005) de Jamal Benabdessalam.
En la revista de la Fundación Tres Culturas, F3C, que contenía la programación de los meses de enero y febrero de 2007, se decía que los fotógrafos que exponían en Visiones de Marruecos «compartían la necesidad de borrar las fronteras de la geografía y del tiempo». Eso no se cumplía del todo en la muestra porque nada más ver la primera fotografía, uno se daba cuenta de que lo retratado le era lejano. Lo cual no es malo. Uno se podía sentir más o menos atraído por lo que veía, pero era difícil que se sintiera reflejado en aquellas fotografías. En cuanto al tiempo, había imágenes en las que parecía que el tiempo no hubiera pasado, parecía que se estaba ante una escena propia de Al-Andalus. Ejemplo de ello eran «Aldea del sur de Marruecos» (2000) de Toni Catany y «Harira» (Tafilete, 1993) de José Manuel Navia. Pero otras instantáneas tenían un tiempo claro y definido, se notaba que eran actuales por lo que representaban o por quienes estaban representados en ellas, como ocurría en «Aoussi Haoussi, campeona del peso pluma» (Tánger, 2006) de Isabel Muñoz y «Mosaico del Rif» (2006) de Juan Manuel Castro Prieto.
El primer fotógrafo de Visiones de Marruecos era Juan Manuel Castro Prieto (Madrid, 1958). Su fotografía más interesante era «Krona» (2006), imagen en la que se ve un mulo blanco con alforjas situado ante un muro. El animal es el protagonista de la imagen y está colocado un poco a la derecha, para que la composición no resulte estática. La descentralización del sujeto no llega a cumplir la regla de los tercios pero aquí tampoco se hace necesaria porque la composición elegida dinamiza la fotografía y atrae correctamente la atención hacia el protagonista, lo que además se ve favorecido por la luz que hay al ser un día nublado y resaltar más el color blanco del mulo.


Juan Manuel Castro Prieto: «Krona» (2006)

Todas las fotografías de Castro Prieto estaban a color y en ellas no se evidenciaba una especial atención al ser humano. De los pocas personas fotografiadas, sólo una posaba mirando a cámara («Bad Berred», 2006). Parecía interesarle más la fotografía de arquitectura, como se veía en «Mosaico del Rif» (2006) o «Tafersit» (2006).
El autor mallorquín Toni Catany (Llucmajor, 1942) también escogía el color para sus instantáneas. En ellas, las personas adquirían más protagonismo que en las de Castro Prieto pero aún así sólo había una imagen en la que aparecía alguien posando («Mujer bereber», 1993). De su obra expuesta destacaban las calles marroquíes pero, sobre todo, la fotografía de la mezquita de Casablanca a pie de playa por la espectacularidad del lugar y la perspectiva de la foto ya que está hecha con la cámara girada hacia la izquierda quedando el horizonte en diagonal.
En las fotografías de Ricky Dávila (Bilbao, 1964) el protagonista era el ser humano (ocho hombres y dos mujeres) a través de primeros planos posados. A pesar de ello, sus retratos son fríos, forzados, parecen lejanos a pesar de la cercanía de la cámara respecto a los sujetos. Curiosamente, su foto más relevante era una de las dos únicas en las que no aparecen personas, se trata de una vista borrosa de una calle («Essauira», 2006). La luz amarillenta, la forma que se intuye de la puerta de la casa y el desenfoque proporcionan a la imagen una gran belleza de la que carecen sus retratos, salvo el del hombre de la chilaba («Essauira», 2006).

Ricky Dávila: «Essauira» (2006)

Los retratos de la catalana Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) nada tenían que ver con los de Dávila. Esta autora fotografía a personas pero lo hace de forma más cercana. Aunque pueda parecer una nimiedad, Muñoz tituló sus retratos con el nombre del sujeto, lo cual los humaniza ya que eso hace que dejen de ser desconocidos con rostro pero sin nombre. Sus imágenes estaban en blanco y negro y en su mayoría presentaban a deportistas. Entre ellas destacaba «Aouissa Haoussi, campeona del peso pluma» (Tánger, 2006).
José Manuel Navia (Madrid, 1957) fotografiaba a color y en sus trabajos dominaba el movimiento, que era captado mediante la técnica del barrido móvil, de forma que las personas parecían algo difuminadas. Su fotografía más interesante era «Tumba de Muley Abdessalam» (Yebala, 2006) en la que las ramas de los árboles entre la niebla enmarcan a quienes están a su abrigo leyendo el Corán. Los colores de la alfombra, los cojines y las chilabas atraen la atención del espectador.
El autor marroquí Joseph Marando (Agadir, 1956) era, probablemente, uno de los mejores fotógrafos de la muestra Visiones de Marruecos. Sus imágenes estaban en blanco y negro, pero habrían sido igual de bellas en color. En la mayoría aparecían personas, y dos de los retratos más buenos de la exposición eran suyos: «Mi abuela Itto» (Anza, 1991) y «Nayet» (Imgum, 2001). La primera es un retrato de una anciana que sirve té sin prestar atención a quien la fotografía, concentrada en su acción. Cuando se observa la imagen parece que el líquido está saliendo, que verdaderamente hay movimiento en la fotografía, es como si estuviésemos mirando por una ventana. «Nayet», por su parte, retrata a una joven que sonríe al fotógrafo.

Joseph Marando: «Mi abuela Itto» (Anza, 1991)

Joseph Marando: «Nayet» (Imgum, 2001)

El autor Ali Chraibi (Marrakech, 1956), recurría a la fotografía en blanco y negro y al retrato para sus trabajos. Los retratos femeninos resultaban atemporales por las vestimentas, mientras que los hombres aparecían en sitios contemporáneos, como eran las fábricas. Las dos únicas fotos relevantes eran dos retratos de mujeres realizados en 2005 en Azemmur. La primera foto era un primer plano de una anciana, que aparece con los ojos cerrados y la cabeza algo inclinada hacia delante, como si estuviese durmiendo. El otro retrato interesante está protagonizado por una muchacha en primer plano de perfil a la que la luz le crea sombras en el rostro.
El tercer fotógrafo marroquí, Jamal Benabdessalam (Alcazarquivir, 1956), era el autor del mejor retrato masculino de Visiones de Marruecos, titulado «Tetuán» (2005). En esta fotografía vemos a un anciano en plano medio largo mirando a cámara de forma sonriente. Parece estar en una cocina o un bar y lleva en la mano izquierda, grande y ajada, un vaso de té. La luz entra por la derecha de la imagen, alumbrando el lado izquierdo del retratado. Esta luz, la mirada del hombre y el fondo desenfocado hacen que toda la atención se concentre en él.

Jamal Benabdessalam: «Tetúan» (2005)

Bruno Barbey (Marruecos, 1941) exponía fotografías a color realizadas entre 1983 y 1995. «Palacio Real, fiesta del trono» (Rabat, 1992) y «Peregrinaje a Muley Abdessalam» (Yebala, 1996) eran sus dos obras más interesantes. En ambas aparecían hombres con chilabas. En la primera es el color blanco de las ropas y la cantidad de personas lo que llama la atención de la fotografía. Por su parte, en la segunda imagen lo bello es el conjunto de elementos: el bosque con árboles desnudos, la niebla que avanza entre ellos hacia los hombres, que aparecen en primer término y visten chilabas oscuras. Todo ello recuerda a la Santa Compaña.

Bruno Barbey: «Peregrinaje a Muley Abdessalam» (Yebala, 1996)

El último fotógrafo de la muestra, Daoud Aoulad-Syad (Marrakech, 1953), se decantaba por la fotografía humana, ya que todos sus trabajos expuestos en Visiones de Marruecos estaban protagonizados por personas. Sus imágenes estaban tomadas en blanco y negro, y sólo las tituló con el nombre de la ciudad y el año. Las fotografías de esta muestra comenzaban en 1983 y llegaban hasta 1994. De todas ellas destacaba «Erfud» (1983): en ella se ve en primer término a dos muchachas a la izquierda y dos hombres a la derecha. Detrás de ellos hay más personas, algunas parecen estar de puntillas para que el fotógrafo los capte. Los cuatro protagonistas de la imagen no posan pero salvo uno de los hombres, los otros tres sujetos miran fijamente a cámara. Lo más llamativo de esta fotografía es la expresión de las dos muchachas, que llevan el rostro tapado y eso hace que toda su fuerza esté concentrada en los ojos. La composición, que a priori podría parecer aburrida por la colocación equilibrada de los sujetos, gana interés precisamente por la mirada de las muchachas, que atraen toda la atención hacia ellas, descompensando así el aparente equilibrio compositivo.

Daoud Aoulad-Syad: «Erfud» (1983)

Como suele ocurrir con las exposiciones de fotografía, las instituciones organizadoras, la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo y SEACEX, editaron un catálogo de Visiones de Marruecos. Y como es normal, aparecen fotografías que no estaban expuestas. Y también, como es normal, el precio del libro se iba de presupuesto para la mayoría de la gente, puesto que costaba 39 euros. Ciertamente está muy bien editado, está en español y árabe (por lo que tiene una doble lectura, en dos direcciones), es amplio y contiene reproducciones de todas las fotografías a gran tamaño. Además de las imágenes, contiene textos escritos, entre otros, por el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, la ex ministra de Cultura española, Carmen Calvo, el ministro de Cultura marroquí, Mohamed Al-Achaari, y el comisario de la exposición, Publio López Mondéjar. Pero si lo hubieran rebajado un poco de precio, seguramente más visitantes lo habrían comprado. Por otra parte, si no se podía reducir el precio del catálogo porque los editores perdían dinero, era una pena que no hubieran vendido al menos reproducciones de las fotografías a modo de postales o incluso carteles. De esta forma, los que andaban con los bolsillos vacíos podrían haberse dado el gusto de tener para siempre en sus casas una de las magníficas instantáneas de Visiones de Marruecos. Nunca sería como tener el catálogo, pero algo es algo. Además, así podría haberse apreciado en condiciones la mirada de los diez autores de la muestra. Sin sombras ni reflejos ni horarios que lo impidieran. Con todo el tiempo del mundo por delante.

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