Bienvenidos a Fotoartis

Este blog nació en octubre de 2007 para aprobar una asignatura. Entonces Fotoartis era un espacio dedicado a la fotografía en general, y muy especialmente a la fotografía artística.
Pero ahora Fotoartis entra en una nueva etapa. Ahora será un blog personal, aunque mantendrá el nombre porque le he cogido cariño.

BIENVENIDOS TODOS. RAY COY.

domingo, 27 de enero de 2008

El retrato de la muerte

«Es una mañana de septiembre. Una más, como tantas otras anteriores. Algunas nubes blanquecinas cubren el cielo que lleva tanto tiempo sirviéndoles de techo. Caminan por lo alto del cerro, alzando sus fusiles a modo de saludo victorioso. Pero pronto comienzan las carreras aceleradas, los tiros, los movimientos frenéticos, los gritos.
Esta mañana hay un extraño entre las trincheras armado con una cámara fotográfica y un pase de prensa. El extraño se mete en la zanja con los muchachos y los fotografía. Tiene el encargo de retratar su vida, sabe que quien lo ha contratado espera algo grande de él y no quiere defraudarle. Además, éste no es un trabajo más. No es un reportaje como otros. Aquí tiene implicaciones ideológicas, casi sentimentales. Unos, como los muchachos a los que acompaña, combaten disparando fusiles. Otros, como él, lo hacen disparando sus cámaras fotográficas para mostrar al mundo cuán horrible es la carnicería que se está viviendo en España.
Al extraño no se le puede pasar nada por alto, todo tiene que quedar sobreimpreso en la película. Tres milicianos tocados con gorros cuarteleros (CNT, AIT, se lee en ellos) saltan a una trinchera para protegerse mientras empuñan sus fusiles. El extraño los sigue, embelesado por lo que sabe que se está registrando en su cámara. El valor, el arrojo, la lucha, la expresión serena de superioridad en sus rostros, propia de quien se cree defendiendo la verdad. Todo eso plasmado en una película, en un rollo que verá la luz en poco tiempo, que servirá para captar apoyos para la causa («la causa», se sonríe mientras sigue fotografiando).
Los jóvenes salen de la trinchera, el extraño los imita, cae al suelo pero no deja de tomar fotografías. Nada, absolutamente nada, puede escapársele. Odia la sensación de vacío que deja en el pecho el recuerdo de la fotografía no realizada. Y no está dispuesto a que eso ahora le pase.
Quiere levantarse del suelo. Uno de los muchachos le grita algo que no acaba de entender (no maneja muy bien la lengua, y el acento le es extraño) pero por los gestos deduce que le recomienda que permanezca en el suelo. Desde su incómoda posición logra enfocar a un joven con camisa blanca al que le calcula unos 22 años. Un silbido metálico (el mismo que tantas veces ha oído ya) le hace pulsar el disparador. El joven al que estaba fotografiando se ha derrumbado ante su visor. El disparo lo impulsa unos metros, fuera de su campo visual.
-¡Taíno! –grita horrorizado alguno de los otros hombres.
El fotógrafo no puede moverse pero sigue disparando su cámara. Capta a otro joven abatido por una bala en el mismo palmo de tierra que el anterior, pero a éste lo logra fotografiar ya derribado en el suelo.
La misma tierra baldía, el mismo cielo nublado, distintos milicianos muertos.
Algún tiempo más tarde, ya lejos de aquellas trincheras, se reencuentra con los jóvenes milicianos. Los tiene ante sus ojos, quietos, inmortalizados en sus fotografías. Las observa, las mira y remira, asiente con la cabeza, y las pasa. Se para en una de ellas, frunce el ceño extrañado y abre los ojos sorprendido. No creía que aquella fotografía hubiera salido bien. La posición, prácticamente tumbado en el suelo, el disparo involuntario de la cámara al escuchar el silbido de la bala y los gritos de alrededor. Pero ahí está, ante sus ojos. Es el retrato del tiempo imperceptible que discurre entre la vida y la muerte. El momento justo en el que Átropos corta el hilo con sus tijeras de oro». FIN (Ray Coy).

Ésta bien podría ser la narración de lo que pasó en el frente de Córdoba cuando Robert Capa tomó su famosa y cuestionada «Muerte de un miliciano». Mucho se ha escrito sobre si es una fotografía real o simplemente una representación. Y es que años después de que se captara aquella imagen surgieron dudas sobre su autenticidad. Pero los registros de bajas lo confirman: aquel 5 de septiembre de 1936 falleció en Cerro Muriano (Córdoba) el joven alcoyano Federico Borrell García, más conocido como Taíno. Y el fotógrafo húngaro Robert Capa estuvo allí para retratar su muerte, convirtiéndola en el símbolo de la guerra y del fotoperiodismo.

Robert Capa: «Muerte de un miliciano» (Cerro Muriano, Córdoba, 5 de septiembre de 1936)

Según cuenta Richard Whelan, biógrafo de Capa, en el libro Capa: cara a cara. Fotografías de Robert Capa sobre la Guerra Civil española, la polémica nace en los años setenta a partir de una serie de declaraciones contradictorias del periodista británico O’Down Gallagher. Según este hombre, él y Capa compartían habitación en un hotel en la frontera entre España y Francia en la fecha de las imágenes de Cerro Muriano. Gallagher le contó a un escritor que Capa y otros fotógrafos se quejaban de la inactividad del frente (que sitúa próximo a San Sebastián), así que un oficial franquista les dijo que un destacamento haría maniobras en la zona de las trincheras para que pudieran hacer fotografías. Pero ni los hombres de Cerro Muriano pertenecían al bando sublevado ni Capa tuvo contacto con las tropas de Franco (era judío y de izquierdas).

Robert Capa: «Cerro Muriano, frente de Córdoba» (5 de septiembre de 1936)


Robert Capa: «Cerro Muriano, frente de Córdoba» (5 de septiembre de 1936)

Robert Capa: «Cerro Muriano, frente de Córdoba» (5 de septiembre de 1936)

En los archivos sólo figura una baja del destacamento alcoyano situado en Cerro Muriano aquel 5 de septiembre de 1936: Federico Borrell García, el miliciano de Capa. La identidad fue, además, confirmada por su hermano, quien también estuvo en el frente de Córdoba aunque no presenció la muerte de Federico. Si os fijáis en la siguiente fotografía, aparecen los dos milicianos de las polémicas imágenes (Borrell es el primero por la izquierda, y el tercero es el otro miliciano).

Robert Capa: «Cerro Muriano, frente de Córdoba» (5 de septiembre de 1936)

Quienes dudan de la autenticidad de la fotografía aducen que no hubo movimiento aquel día en Cerro Muriano, que la fotografía del miliciano está demasiado bien hecha como para que fuese realizada de manera espontánea durante un combate, y que hay dos imágenes de dos hombres distintos tomadas en el mismo sitio y a la misma hora (según las sombras y las nubes).

Robert Capa: «Cerro Muriano, frente de Córdoba» (5 de septiembre de 1936)

Para empezar, yo dudo que alguien, en plena guerra y en un tiempo lleno de supersticiones, se atreviera a fingir su propia muerte para que un tipo lo fotografiara. Y lo de que haya dos fotografías del mismo sitio con cuerpos distintos, Richard Whelan explica que el primero en ser disparado fue Borrell y que cayó al suelo unos metros más adelante, fuera del campo visual de Capa, mientras que el otro joven se derrumbó frente al fotógrafo. Por otro lado, los registros de bajas recogen el fallecimiento de Borrell el 5 de septiembre de 1936 en Cerro Muriano.
Yo prefiero pensar que la fotografía es real y no producto de un montaje. Para terminar este texto me quedo con lo dicho por Robert Capa en 1937 sobre la autenticidad de la «Muerte de un miliciano»: «No hace falta servirse de trucos para sacar fotos en España. No hay que colocar la cámara (es decir, no hay que colocar a los objetos). Las fotos están ahí, y basta con sacarlas. La verdad es la mejor imagen, la mejor propaganda».

1 comentario:

miquelet dijo...

Hay gente interesada en restar heroicismo a los milicianos que lucharon en el frente. Todo para ellos será falso. Si pudieran, negarían la Guerra misma. Ya intentaron negar los bombardeos de Gernika y Durango.